El Valencia vuelve a jugar en Liga 25 días después de la catastrófica DANA
La energía habitual de Mestalla, un estadio conocido por su carácter vibrante, se transformó en un sobrecogedor silencio. La voz del público, siempre lista para alentar, se apagó en un acto solemne y respetuoso hacia las víctimas de las inundaciones. Entre los presentes, 400 socios procedentes de las zonas más golpeadas por la riada, que llegaron gracias a los autocares fletados por el Valencia CF.
El momento fue acompañado de gestos que no dejaron a nadie indiferente. Una gigantesca Senyera de 50×30 metros, cedida especialmente por el Real Madrid, cubrió el centro del campo. Esta bandera fue sostenida por voluntarios que participaron en la recogida solidaria de alimentos organizada en el Camp de Mestalla para ayudar a los damnificados.
Música, emoción y símbolos que calaron hondo
El acto central estuvo cargado de simbolismo. Los equipos de Valencia y Betis, escoltados por jóvenes futbolistas de 11 escuelas deportivas vinculadas al club, saltaron al césped mientras sonaban las emotivas notas de “Voces de Valencia”, interpretada en directo con guitarra y chelo.
El homenaje culminó con una imagen para el recuerdo: un crespón negro gigante, desplegado sobre la Senyera, mientras la grada entera se transformaba en un mosaico espectacular con los colores de la bandera regional. La dolçaina y el tabal pusieron música al himno regional, mientras el mensaje «Amunt Valencians» (Arriba, valencianos) brillaba en un enorme cubregradas.
Un Mestalla unido, solidario y con el corazón encogido
El homenaje no fue solo un gesto protocolario; fue un momento profundamente sentido por todos los presentes. Lágrimas brotaron de los ojos de muchos aficionados, tanto por el respeto a quienes sufrieron los efectos de la DANA como por el orgullo de formar parte de una comunidad que responde con solidaridad ante la adversidad.
Mestalla, testigo de grandes noches deportivas, se transformó en un santuario de unidad y esperanza. El lema “Amunt Valencians” resumió el espíritu de la jornada, recordando a todos que, ante las adversidades, la fuerza de un pueblo se encuentra en su capacidad de unirse y tender la mano a quienes más lo necesitan.
Un partido que empezó con el alma y terminó con esperanza
Cuando el balón comenzó a rodar, el espíritu del homenaje seguía presente. El Valencia CF no solo jugó al fútbol, sino que también mostró su compromiso con su tierra y su gente, dejando claro que el deporte trasciende lo meramente competitivo.
Este homenaje quedará grabado como uno de los momentos más humanos y solidarios en la historia del club. Mestalla demostró que, más allá de los goles y las victorias, el fútbol puede ser un espacio para la empatía, el apoyo y la memoria colectiva. Un verdadero triunfo del corazón.