El talón de Aquiles de Flick, por Enric Jové
Hansi Flick, ha admitido que lo que le "encanta" y lo que le "agrada" más de sus jugadores es que "siempre quieren marcar" / EFE Nos imaginamos a Xavi como el nuevo Guardiola. Tenía credenciales en el terreno de juego para serlo. Uno de los mejores centrocampistas de la historia, constructor del equilibrio y la profundidad entre líneas del Barça que lo ganó todo, tuvo al maestro en el banquillo dándole lecciones de dirección de equipos. Incluso aportaba un mínimo currículum como entrenador (dos añitos en Qatar son muy poco, en realidad). Expectativas altas, quizás demasiado. Idolatramos en demasía a los futbolistas, que son solo eso, magos en lo que hacen, pero no se les debería pedir nada más. El globo pinchó pronto; duró dos años, dos temporadas y media, dirigiendo la pretendida reconstrucción del Barça. Ni él ni Koeman supieron edificar los pilares del nuevo proyecto. Ambos dejan una estela de atrevimiento en su búsqueda de activos que, desde la cantera, permitieran revertir una mala racha de fichajes que, frecuentemente, aportaban bien poco. Su salida, por esperpéntica, en los dimes y diretes con la directiva de Laporta, no estuvo a la altura que debía. Merecerá una disculpa siempre. Se lleva en su haber una Liga (‘not bad’). Aunque eso no impide ser categóricos: Su relato e influencia fueron más bien pocos. Saltemos a Flick. El germano nos tiene alucinados; se nos ha ganado. Magistral tácticamente, volvemos a saber a qué jugamos, pero sobre todo a gestionar con control absoluto el guion de cualquier partido. Estamos ante un Barça moderno en la presión y en la militarización del fuego de juego. Nunca antes he tenido la sensación de que, si nos meten un gol, remontaremos seguro. El equipo cree en el mister, no se le discute su liderazgo, ni dentro ni fuera del terreno de juego. Mueve las alineaciones sin que nadie le chiste, gestiona los cambios sin titubear, acertando casi, casi siempre. Individualmente, los jugadores también han mejorado su rendimiento, por no hablar de mutaciones o transformaciones de jugadores que deambulaban por el campo sin rumbo ni destino. Raphinha es el caso más alucinante, estratosférico lo del brasileño, irreconocible. El retorno de Gavi ha sido ejecutado con precisión, tratando con cariño y ternura a un pitbull como él. Pedri se ha olvidado de las lesiones, toquemos madera, juega con sus rivales como un titiritero lo hace con sus marionetas. Lamine apunta a lo que todos deseamos, pero no queremos mencionar. Aunque se puede reconocer a un once de gala, hay casi una veintena de jugadores que se lo sienten y permiten al equipo competir con normalidad. Los secundarios aceptan serlo con más comodidad de lo normal. Incluso con Iñaki Peña, el caso en que podía discutirse más la gestión del teutón, ha acabado demostrándose que tenía razón. Sólo un caso paranormal, Ansu, pero parece que el chico ha dimitido de querer ser jugador y Hansi se ha cansado de él. Si Flick tiene un talón de Aquiles, aún no se lo han descubierto.Flick: «Lo que más me agrada de mi equipo es que siempre quieren marcar»
Alucinados con Flick